Imaginá que vivís en una caverna.
Desde que naciste, estuviste atado, mirando una pared.
Detrás de vos hay un fuego…y entre el fuego y vos, pasan figuras que proyectan sombras. Eso es todo lo que viste. Y como nunca viste otra cosa… creés que eso es la realidad. Así empieza la antigua alegoría de Platón. Pero no es solo un cuento filosófico. Es una imagen precisa de cómo muchas personas atraviesan la vida: mirando sombras, creyendo que el eco es la voz, y que el reflejo es la verdad.
Pero a veces, algo pasa.
Una incomodidad. Una pregunta. Una chispa. Y entonces te das vuelta.
Al principio, la luz duele. Después, transforma. Salir de la caverna no es fácil. Pero una vez que ves el mundo real… ya no podés des-verlo.
Ikigaia es ese lugar fuera de la caverna.
Un espacio para quienes alguna vez sintieron que las sombras no eran suficientes.
Que hay algo más.
Y no importa si estás saliendo, volviendo, o apenas girando la cabeza.